viernes, 23 de mayo de 2008

IES EUSEBIO DA GUARDA: Textos de escritores


Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres
....ésas... ¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día.
...ésas... ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídosl
as palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate,
así... ¡no te querrán!

Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)
Miguel Bello Gómez
2º C



- No voy a dejarte. Eres una Kin-shannay, y sabes de la vida y de la muerte más que cualquier mortal. Sabes que en el fondo nada muere, y que yo te estaré esperando.
Una chispa se encendió en los ojos azules de Dana.
- Mientras tanto -prosiguió el, adivinando lo que pensaba-, quiero que me prometas una cosa, y que me jures por lo más sagrado que lo cumplirás.
- Lo juro.
Los ojos verdes de Kai parecieron sonreír.
- Vive –le pidió-. No trates de acortar tu existencia para reencontrarte conmigo antes de tiempo. Vive muchos años, vive intensamente, vívelo todo. Vive por mí la vida que no pude vivir yo.
Ella le miró desconcertada.
- Pero…
- Me lo has prometido –le recordó él-. Y ahora, hasta siempre, querida amiga. Gracias por estos años a tu lado. Gracias de todo corazón.
[ … ]



Crónicas de la Torre, vol. 1: El Valle de los lobos.
Autora: Laura Gallego García
Laura Cortón Cobas
3º D


MARÍA MENDEZ PONTE

María Menéndez-Ponte nació en A Coruña, pero está muy unida a Santiago, una ciudad en la que pasa largas temporadas y de la que siempre se acuerda cuando publica sus obras, cuya temática va desde la literatura infantil hasta los libros de texto y divulgativos, como la Biblia para los niños que se acaba de publicar o la novela que está a punto de llegar a las librerías, titulada Cuando duermen las palabras. Además de la pedagogía y literatura para adultos, su gran pasión es la temática juvenil, y prueba de ella es el rotundo éxito de Nunca seré tu héroe, que va por la novena edición. María Menéndez-Ponte acaba de sacar a la luz otra obra que miles de jóvenes esperaban como agua de mayo. Maldita adolescente, en la que la escritora aborda los típicos encuentros y desencuentros entre los adolescentes.
Viendo a María Menéndez nadie diría que tiene cuatro hijos, el mayor de ellos de 25 años. Sin embargo, cuando habla del nivel de complicidad que tiene con ellos, deja de ser sorprendente que una madre pueda conocer tan bien todos los matices de la personalidad de un adolescente, a los que muchos padres les resulta imposible acceder debido al hermetismo que caracteriza a los aprendices de adultos. Además su aspecto juvenil es la herramienta perfecta para integrarse en ese mundo y convertirse en colega de los miles de adolescentes que le escriben para pedirle consejo.



Alba Sánchez Botana 2º B

Le habían dicho que antes de aterrizar, comenzaría a aprender.
Y fue verdad.
Asomada a la ventanilla del avión, con el asombro de toda iniciada, contempló la extensión de Bombay, y sus contrastes, reflejados de forma directa y repentina a las primeras de cambio. Contrastes como el del campo de golf, visto desde la breve altura por la que volaba en la maniobra de aproximación a la pista, en el que un simple seto separaba el abismo de dos mundos. A un lado hombres elegantes, vestidos adecuadamente para la ocasión, jugaban con sus sonrisas perfectas y sus ojos claros. El verdor del césped era puro en aquel espacio abierto y cuidado. Al otro lado del alto muro vegetal, en cambio, se arracimaba la miseria en forma de pequeñas, diminutas viviendas, si es que el término no resultara demasiado eufemístico, porque se trataba de meros refugios adosados al seto, formados por cartones y restos de otras materias amontonados en un simétrico caos. Servían tan sólo para guarecerse, permaneciendo tumbado en su interior, sin ninguna otra posibilidad, pero decenas de personas se movían en su entorno vivo o se asomaba ahora por los huecos frontales para ver la proximidad del enorme jumbo que procedía de un mundo desconocido e irreal para ellos. Un mundo tan lejano como la Luna lo estaba de Tierra.
Todo fue muy rápido.
Con ese primer golpe en la retina, después de que el aparato aterrizara, descendió y se enfrentó al segundo, el esperado.
Los olores.
- Allí todo es distinto, pero sobre todo lo son los colores y los olores –le habían dicho.
Llenó sus pulmones y dio sus primeros pasos por la India.
El trayecto hasta el hotel fue una prolongación de su aturdimiento inicial. El sueño por el cambio de horario, la conmoción, la adrenalina disparada en sus venas y en su mente, el despertar y la primera inmersión en aquella cultura del abigarramiento. Vio los carteles de las nuevas películas producidas por Bollywood, con actores y actrices sonrientes que cantaban en silencio desde las alturas. Contempló las primeras vacas instaladas impunemente en medio de algunas calles a pesar que se trataba de una gran capital. Se sorprendió con la mezcla de seres humanos medidos por un mismo patrón común pero que daban muestra de la extrema versatilidad ambiental del país.
- First visit to India? –le pregunto en un inglés chapurreado el taxista.
- Sí…,yes.
Su primer indio de ojos brillantes, bigote negro, sonrisa abierta.
El Taj era impresionante. El mayor y más lujoso hotel en el que jamás hubiera estado. Su última concesión a la comodidad antes de partir al día siguiente rumbo a su destino, primero en avión, después en coche. Frente al hotel, la Puerta de la India, con su monumentalidad, la saludó de la misma forma que saludaba a los visitantes que, antaño, llegaban por mar a la ciudad.
Fue la última sacudida.
En el momento de cerrar la puerta de su habitación y quedarse sola, recordó a Bill Murria en Lost in translation. Aquella imagen inicial, en la que el actor, sentado en la cama, miraba al vacío, sintiéndose tan perdido en Tokio como ella lo estaba allí.
En la película sólo era un plano, duraba apenas unos segundos.
Ella se enfrentaba a toda una noche.
Así que rompió a llorar, llena de miedo, de incertidumbres, de soledad, preguntándose una vez más si, lejos de hacer lo que debía, lo que sentía, no estaba huyendo de todo.
Hasta de sí misma.





Prólogo de Llamando a las puertas del cielo.
Autor: Jordi Sierra i Fabra
Laura Cortón Coba 3º D

Luces del Norte
Philip Pullman

¡Pero no de todos! – protestó Lyra–. Hay un oso que no está en Svalbard. Es un oso marginado y vendrá con nosotros.
El ganso dirigió a Lyra otra de sus miradas penetrantes. Esta vez ella captó toda la frialdad que había en su sorpresa.
Farder Coram se revolvió, incómodo y dijo: – La verdad es que me parece que no será así, Lyra. Hemos sabido que tiene que cumplir su contrato como trabajador. No se encuentra en libertad de decidir, como nosotros imaginábamos, sino que está condenado. Hasta que haya cumplido, no tendrá libertad para venir con nosotros, sea con coraza sin ella, aparte de que no la recuperará en su vida.
– Pero en los ha contado que le habían tendido una trampa, que lo habían emborrachado y se la habían robado.
– Pues nosotros tenemos una versión diferente de la historia – repuso John Faa –. Lo que a nosotros nos han dicho es que es Un pillo de mucho cuidado.
Lyra estaba tan exaltado que la rabia casi no le dejaba hablar.
– Si el aletiómetro me dice algo, sé que es verdad. Yo sólo he preguntado y me ha respondido que el oso nos ha contado la verdad, que lo engañaron, que los que mienten son ellos, no él. Yo creo en él, lord Faa. Farder Coram, tú también lo has visto y crees lo que dice, ¿verdad?
– Eso pensaba, nena; lo que pasa es que, a diferencia de ti, ya me estoy tan seguro de ciertas cosas.
– Pero ¿de qué tienen miedo? ¿Se figuran que irá por ahí matando a la gente tan pronto como recupere la coraza? ¡Si incluso ahora podría matar a docenas de personas si se le antojase…!





María Prieto González
2º B
IES Eusebio da Guarda

El niño con el pijama de rayas

(...) Subió despacio la escalera, sujetándose a la barandilla con una mano mientras se preguntaba si en la casa nueva de aquel sitio nuevo donde estaba el trabajo nuevo de su padre habría una barandilla tan fabulosa como aquélla para deslizarse. Porque la barandilla de su casa arrancaba del ultimo piso – justo enfrente de la pequeña buhardilla desde donde, si se ponía de puntillas y se aferraba al marco de la ventana, podía contemplar todo Berlín -, discurría hasta la planta baja y terminaba justo enfrente de la puerta de roble de doble hoja. Y no había nada que a Bruno le gustara más que montarse en la barandilla en el último piso y deslizarse por toda la casa haciendo “zuuum”.
Bajaba desde el último piso hasta el siguiente, donde se encontraba el dormitorio de sus padres y el cuarto de baño grande que no le dejaban utilizar.
Continuaba hasta el siguiente, donde estaba su dormitorio y el de Gretel y el cuarto de baño más pequeño que sí le dejaban utilizar y que en realidad habrían debido utilizarlo más a menudo.
Y seguía hasta la planta baja, donde caía del extremo de la barandilla. Debía caer con los dos pies si no quería una penalización de cinco puntos y verse obligado a empezar de nuevo.
La barandilla era lo mejor de la casa –eso y que los abuelos vivían muy cerca-. (...)

Autor – John Boyne.
Título – El niño con el pijama de rayas.

Me gusta esta parte del libro del niño con el pijama de rayas porque cuenta lo que hace un niño en la realidad (que travesuras hace, como se divierte) y en este caso el niño bajaba por el pasamanos de la casa desde la 5ª planta y eso muy normal no es, aparte de que sus padre no le deberían de dejar hacer eso porque si se cae mejor no pensarlo y también me vino la duda a la cabeza ¿por quéno le dejan usar elbaño grande que se encuentra en la planta del dormitorio de los padres del niño?

Francisco 2º D IES Eusebio da Guarda


Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar
aquellas que aprendieron nuestros nombres
....ésas... ¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas de tu jardín
las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día..
..ésas... ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídosl
as palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...,
desengáñate, así... ¡no te querrán!

Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)

Miguel Bello Gómez 2º C
IES EUSEBIO DA GUARDA
BIOGRAFÍA DE FRANCISCO DE QUEVEDO

Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez Villegas (Madrid, 17 de septiembre de 1580Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 8 de septiembre de 1645) fue un noble, político y escritor español del Siglo de Oro, uno de los más destacados de la Historia de España. Ostentó los títulos de Señor de La Torre de Juan Abad y Caballero de la Orden de Santiago.
El linaje de los Quevedo, familia hidalga y montañesa, descendiente de ricos hombres de Castilla, estaba acreditado en el valle de Toranzo, en las montañas de Burgos, actual Cantabria. Su casa infanzona y solariega se hallaba cerca de Vejorís de Toranzo, sobre una eminencia llamada barrio de Cerceda.
Nació Quevedo en Madrid y fue bautizado en la parroquia de San Ginés el 26 de septiembre de 1580. Su infancia transcurrió en la Villa y Corte, rodeado de nobles y potentados, ya que sus padres desempeñaban altos cargos en Palacio. El padre, Francisco Gómez de Quevedo, era secretario de la princesa María, esposa de Maximiliano de Alemania, y su madre, María de Santibáñez (madrileña, de madre también montañesa), era camarera de la reina. El muchacho, superdotado, de pies deformes, cojo de uno, gordo y muy corto de vista, quedó huérfano a los seis años y se refugió en los libros dentro del Colegio Imperial de la Compañía de Jesús en Madrid. En 1596 marchó a la Universidad de Alcalá de Henares, donde estudió incansablemente hasta 1600. Por su cuenta profundizó también en filosofía, lenguas clásicas, árabe, hebreo, francés e italiano. Se trasladó a Valladolid en 1601, siguiendo la Corte que trasladó allí el Duque de Lerma, y estudió también Teología, para la que hará posteriormente algunas aportaciones, como el tratado contra el ateísmo Providencia de Dios. Ya por entonces destacó como poeta y figuró en la antología generacional de Pedro Espinosa Flores de poetas ilustres (1605), pero el conjunto de su obra poética fue editado póstumamente y puede clasificarse dentro del Conceptismo Barroco. De su estancia vallisoletana datan también los comienzos de su larga enemistad con Luis de Góngora. También había cultivado la prosa, escribiendo como juego cortesano en el que lo más importante era exhibir ingenio, la primera versión manuscrita de una novela picaresca, la Vida del Buscón, y un cierto número de cortos opúsculos burlescos que le ganaron cierta celebridad entre los estudiantes y de los que habría de renegar en su edad madura como travesuras de juventud; igualmente por esas fechas sostiene un muy erudito intercambio epistolar con el humanista Justo Lipsio, deplorando las guerras que estremecen Europa, según puede verse en el Epistolario reunido por Luis Astrana Marín.
Vuelta la Corte a Madrid, arriba a ella Quevedo en 1606 y reside allí hasta 1611 entregado a las letras, ganándose la amistad de Félix Lope de Vega (hay numerosos elogios a Quevedo en los libros de Rimas del Fénix y Quevedo aprobó las Rimas humanas y divinas, de Tomé Burguillos, heterónimo del Fénix) y de Miguel de Cervantes (se le alaba en el Viaje del Parnaso del alcalaíno y Quevedo corresponde en la Perinola), con quienes estaba en la Cofradía de Esclavos del Santísimo Sacramento; por el contrario, atacó sin piedad a los dramaturgos Juan Ruiz de Alarcón, cuyos defectos físicos le hacían gracia (era pelirrojo y jorobado), siendo él mismo deforme, así como Juan Pérez de Montalbán, hijo de un librero con el que Quevedo tuvo ciertas disputas. Contra este último escribió La Perinola, cruel sátira de su libro misceláneo Para todos. Sin embargo, el más atacado sin duda fue Luis de Góngora, al que dirigió una serie de terribles sátiras acusándole de ser un sacerdote indigno, de homosexual, de escritor sucio y oscuro, entregado a la baraja e indecente. Quevedo, descaradamente, violentaba la relación metiéndose hasta con su aspecto (como en su sátira A una nariz, en la que se ensaña con el apéndice nasal de Góngora, pues en la época se creía que el rasgo físico más acusado de los judíos era ser narigudos). En su descargo, cabe decir que Góngora le correspondió casi con la misma violencia. Por entonces estrecha una gran amistad con el grande Pedro Téllez-Girón, el Gran Duque de Osuna, al que acompañará como secretario a Italia en 1613, desempeñando diversas comisiones para él que le llevaron a Niza, Venecia y finalmente a Madrid, donde se integrará en el entorno del Duque de Lerma, siempre con el propósito de conseguir a su amigo el Duque de Osuna el nombramiento de virrey de Nápoles, lo que al fin logrará en 1616. Vuelto a Italia de nuevo con el Duque, éste le encargó dirigir y organizar la Hacienda del Virreinato y desempeña otras misiones, algunas relacionadas con el espionaje a la República de Venecia, aunque no directamente, como se ha creído hasta hace poco, y obtiene en recompensa el hábito de Santiago en 1618.
Caído el grande Osuna, Quevedo es arrastrado también como uno de sus hombres de confianza y se le destierra en 1620 a la Torre de Juan Abad (Ciudad Real), cuyo señorío había comprado su madre con todos sus ahorros para él antes de fallecer. Los vecinos del lugar, sin embargo, no reconocieron esa compra y Quevedo pleiteará interminablemente con el concejo, si bien el pleito sólo se resolverá a su favor tras su muerte, en la persona de su heredero y sobrino Pedro Alderete. Llegado allí a lomos de su jaca "Scoto", llamada así por lo sutil que era, como cuenta en un romance, y aislado ya de las tormentosas intrigas cortesanas, a solas con su conciencia, escribirá Quevedo algunas de sus mejores poesías, como el soneto "Retirado a la paz de estos desiertos..." o "Son las torres de Joray..." y hallará consuelo a sus ambiciones cortesanas y su desgarrón afectivo en la doctrina estoica de Séneca, cuyas obras estudia y comenta convirtiéndose en uno de los principales exponentes del neoestoicismo español.
La entronización de Felipe IV supuso para Quevedo el levantamiento de su castigo, la vuelta a la política y grandes esperanzas ante el nuevo valimiento del Conde Duque de Olivares. Quevedo acompaña al joven rey en viajes a Andalucía y Aragón, algunas de cuyas divertidas incidencias cuenta en interesantes cartas. Por entonces denuncia sus obras a la Inquisición, ya que los libreros habían impreso sin su permiso muchas de sus piezas satíricas que corrían manuscritas haciéndose ricos a su costa. Quevedo quiso asustarlos y espantarlos de esa manera y preparar el camino a una edición definitiva de sus obras que nunca llegó a aparecer. Por otro lado, lleva una vida privada algo desordenada de solterón: fuma mucho, frecuenta las tabernas (Góngora le achaca ser un borrachín consumado y en un poema satírico se le llama don Francisco de Quebebo) y frecuenta los lupanares, pese a que vive amancebado con una tal Ledesma. Sin embargo, es nombrado incluso secretario del monarca, en 1632, lo que supuso la cumbre en su carrera cortesana. Era un puesto sujeto a todo tipo de presiones: su amigo, el Duque de Medinaceli, es hostigado por su mujer para que lo obligue a casarse contra su voluntad con doña Esperanza de Aragón, señora de Cetina, viuda y con hijos, y el matrimonio, realizado en 1634, apenas dura tres meses. En contrapartida, son años de una febril actividad creativa. En 1634 publica La cuna y la sepultura y la traducción de La introducción a la vida devota de Francisco de Sales; de entre 1633 y 1635 datan obras como De los remedios de cualquier fortuna, el Epicteto, Virtud militante, Las cuatro fantasmas, la segunda parte de Política de Dios, la Visita y anatomía de la cabeza del cardenal Richelieu o la Carta a Luis XIII. En 1635 aparece en Valencia el más importante de uno de los numerosos libelos destinados a difamarle, El tribunal de la justa venganza, erigido contra los escritos de Francisco de Quevedo, maestro de errores, doctor en desvergüenzas, licenciado en bufonerías, bachiller en suciedades, catedrático de vicios y protodiablo entre los hombres.
En 1639, con motivo del memorial aparecido bajo la servilleta del Rey Sacra, católica, cesárea, real Majestad..., donde se denuncia la política del Conde Duque, se le detuvo, se confiscan sus libros y, sin apenas vestirse, es llevado al frío convento de San Marcos de León hasta la caída del valido y su retirada a Loeches en 1643. En el monasterio Quevedo se dedicó a la lectura, como cuenta en la Carta moral e instructiva, escrita a su amigo, Adán de la Parra, pintándole por horas su prisión y la vida que en ella hacía:
Desde las diez a las once rezo algunas devociones, y desde esta hora a la de las doce leo en buenos y malos autores; porque no hay ningún libro, por despreciable que sea, que no tenga alguna cosa buena, como ni algún lunar el de mejor nota. Catulo tiene sus errores, Marcus Fabius Quintilianus sus arrogancias, Cicerón algún absurdo, Séneca bastante confusión; y en fin, Homero sus cegueras, y el satírico Juvenal sus desbarros; sin que le falten a Egecias algunos conceptos, a Sidonio medianas sutilezas, a Ennodio acierto en algunas comparaciones, y a Aristarco, con ser tan insulsísimo, propiedad en bastantes ejemplos. De unos y de otros procuro aprovecharme de los malos para no seguirlos, y de los buenos para procurar imitarlos.
Pero Quevedo había salido ya del encierro, en 1643, achacoso y muy enfermo, y renuncia a la Corte para retirarse definitivamente en la Torre de Juan Abad. Es en sus cercanías, y tras escribir en su última carta que "hay cosas que sólo son un nombre y una figura", fallece en el convento de los padres Dominicos de Villanueva de los Infantes, el 8 de septiembre de 1645. Se cuenta que su tumba fue violada días después por un caballero que deseaba tener las espuelas de oro con que había sido enterrado y que dicho caballero murió al poco en justo castigo por tal atrevimiento.
Sus obras fueron muy mal recogidas y editadas por el humanista José Antonio González de Salas, quien no tiene empacho en retocar los textos, en 1648: El Parnaso español, monte en dos cumbres dividido, con las nueve Musas, pero es la edición más fiable; peor es la edición del sobrino de Quevedo y destinatario de su herencia, Pedro Alderete, en 1670: Las tres Musas últimas castellanas; en el siglo XX José Manuel Blecua las ha editado con rigor.
En 1663 se imprimió la primera biografía de Francisco de Quevedo, la de Pablo Antonio de Tarsia, abundante en anécdotas; posteriormente vendrán las de Aureliano Fernández Guerra en el siglo XIX, donde se le pinta como un hombre de estado, y la de Pablo Jauralde Pou en el siglo XX.

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