viernes, 23 de mayo de 2008

IES EUSEBIO DA GUARDA: Cadáveres exquisitos

Cadáver exquisito




Había una vez un pato, que no era un pato cualquiera, no, era especial. Él no hacía “cua-cua” como los otros patos, él hablaba. Hablaba con los demás animales del bosque, pero el tenía un amigo humano que le visitaba todos los días y le daba comida. Se llevaban muy bien.

Su abuelita la quería más que a nada en el mundo, era su tesorito, su diamante en bruto. Le encantaba que la visitaran y que le llevaran pastelitos y bombones de licor, ya que en la residencia no le daban nada de eso y era lo que más le gustaba en el mundo.

El lugar estaba bien, con un jardincito, pero las enfermeras eran un poco tontas. Las enfermeras, las pobres estaban un poco “atontadas” porque el día anterior habían “absorbido” una sustancia tóxica (para los que no estaban enfermos) que la solían poner a la gente que tenía dolores muy fuertes de barriga. Entonces se descubrió que a las enfermeras les quedaban pocos días de vida.

Al enterarse de este terrible suceso la abuelita salió por la ventana de la residencia con una cuerda hecha de pañales para adultos, sabía por su nieto que había un pato parlanchín que conocía una cura, por que además de hablar era un pato muy listo. La abuelita partió sin demora a buscar al pato sobre el súper Ferrari que le robó al director de la residencia después de darle una buena paliza por que le tenía unas ganas tremendas por quitar el flan del menú.

Así que le quitó el flan y luego le ofreció una tarta de queso, de las que tienen esa mermelada tan rica por encima. Pero él la rechazó y se fue de allí. Estuvo paseando por el parque acompañado por su abuela. Cuando de repente se puso a llover a cantaros y tuvieron que correr mucho los dos para intentar no mojarse. Aunque fue inútil y la que más se mojó por arropar a su nieto fue la abuela.


Al poco tiempo después, la abuela murió por causa de aquel constipado tan grande y poderoso que cogió aquella tarde de lluvia.



Realizado por Ana Gómez Veiras, Rafael García López y Eva López Fragoso.

CADÁVER EXQUISITO


En una tierra muy lejana. Había una vez tres niños que se quedaron huérfanos y se fueron a vivir a una mansión de un tío suyo. Un día como se aburrían mucho fueron a explorar la casa y encontraron un gran monumento en la plaza mayor, por recibir el premio al mejor deportista que batió el record de hacer pasteles de nata. Le gustaban mucho los dulces aunque todo lo que cocinaba se lo comía, por eso estaba tan gordo. EL tío era tan gordo, tan gordo que un día que se estaba duchando, al intentar salir de ella se atascó, sus vecinos tuvieron que llamar a los bomberos. La niña se había quedado atrapada en el baño de la discoteca, sus amigas estaban asustadas, los bomberos no tardaron en sacarle dinero y compararse un regalo a su madre que esperaba ansiosa en casa por que estaba enferma. Ese día había trabajado mucho en la fábrica y le dolían mucho los dedos de los pies porque esa tarde estuvo en casa de su abuela cultivando zanahorias, las llevo al mercado y le dieron un anillo de oro porque era lo que quería, estaba en navidad. Estaba muy contento con su nuevo regalo, hasta que de pronto cuando se despertó, no sabía en donde estaba… se había quedado dormido tan pronto que no sabia si había dormido o había estado de marcha y emborrachándose. Cuando llegó a casa le pillaron sus padres y estuvo un mes sin salir de casa.

Mary Jose Robledo Cuao.

Clara Moreira Pérez.

Inés Martínez de la Riva Doallo.

Andrea Espiñeira Rivas.

María Martínez García.

3º D

CADÁVER EXQUISITO


Un oscuro espadachín, poco sociable, conocido en todas partes por su afán de poder, de ser el mejor a pesar de tener que pagar un precio muy caro por ello. Solo sus propios intereses le importaban, su sed de venganza era el único sentido de su existencia.
No se sabía bien por qué, supongo que le gustaba, sí, en el fondo era eso. ¿Qué importaba lo que pensaran los demás? Él era así, gracioso, imperfecto, como todos los demás, pero con un toque que lo hacía especial.


¡ERA GAY! Y simplemente este pequeño detalle hacía que los demás lo marginaran: se burlaban de él, le lanzaban piedras, le insultaban, le hacían cosas que no se deben de hacer a nadie. En definitiva, lo trataban muy mal.


Pero esto solo hacía que se avivase su odio hacia ellos, y así se convirtió en un monstruo. Alguien que mataba sin remordimiento alguno, y que disfrutaba cuando el precioso líquido carmesí se derramaba sobre el frío suelo.


María García Fariña

Ana Patricia Macías Guerrero

Dayren Mosquera Suárez

Isabel Suárez Fernández

2º B


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